Queridos amigos, el mes pasado tuve la oportunidad de participar en la celebración del 20º aniversario de una de las mayores y mejores empresas familiares de la porcicultura brasileña: Schoeler Agro. La fiesta fue increíble y con todos los elementos que una celebración de esta importancia merece. Invitados que formaron parte de la historia, una ceremonia emocionante y, lo principal, una familia unida y desbordante de felicidad al ver que valió la pena todo lo que hizo y por lo que pasó para llegar a los veinte años de empresa con grandes victorias.
En particular, estoy muy orgulloso de la historia de esta familia porque tuve el honor de ser parte de uno de los momentos más críticos de esa trayectoria: el momento de hacer la transición de la gestión de una generación a la siguiente. De hecho, mi papel era mucho más simple que el de ellos porque apenas me correspondió a mí ayudar a que se concretara, apretar el botón de la transición. El trabajo más difícil, más duro realmente, fue hecho por la generación que pasaba el relevo. Y eso marcó la diferencia en el éxito de esa sucesión familiar.
En el agronegocio, el tema de la sucesión familiar es tratado como uno de los grandes desafíos y ha sido una de las grandes frustraciones de la generación a cargo. Es por eso que la historia de la familia Schoeler sirve como ejemplo e inspiración para aquellos que realmente quieren hacer lo correcto.
Lo que he observado a lo largo de los años es que la mayoría de las familias no está manejando bien el tema, al contrario, está cometiendo una serie de errores a lo largo del camino. Por supuesto, no lo hace porque quiera, sino por falta de conocimiento. A nadie se le enseña cómo llevar a cabo un proceso de sucesión en la escuela, por ejemplo. No hay cursos sobre eso. Una vez u otra, una conferencia aquí, otra allá, en algún evento del agronegocio; de ahí mi motivación para compartir este caso con ustedes.
He notado que hay un punto clave en este proceso, que es donde la gente se pierde, pensando que está haciendo lo correcto. En la mayoría de los casos, me doy cuenta de que la generación a cargo es una generación que tuvo que trabajar mucho, a menudo comenzando desde cero o heredando un pequeño negocio, más en el estilo de producción de subsistencia. También veo que la generación a cargo, en general, tuvo pocas oportunidades de estudiar y son raros los que lograron alcanzar una educación superior. Tenían que aprender haciendo, a prueba y error o con la ayuda de gente de fuera para aportar el conocimiento.
¿Cuáles fueron las consecuencias de eso? Pues que como pasaron por muchas dificultades no querían lo mismo para sus hijos. Y la primera actitud fue concentrar todo el incentivo para hacer que sus hijos estudiaran, ingresaran a la universidad, se graduaran e incluso, preferentemente, vivieran en el extranjero, tuvieran una experiencia en el extranjero y luego se hicieran cargo del negocio. ¿Resultado? Tratando de hacer lo mejor posible terminaron creando un distanciamiento, un distanciamiento emocional incluso debido al alejamiento impuesto. La nueva generación conoció otras cosas, creando empatía con otras áreas. ¿Y dónde fue a parar el deseo de volver y hacerse cargo del negocio familiar?
¿Qué fue lo que hizo la familia Schoeler que creo que fue decisivo? Desde temprana edad animaron a sus hijos a que, además de sus estudios, por supuesto, trabajaran juntos en el establecimiento. Desde la adolescencia empezaron gradualmente a asumir responsabilidades y a dirigir y rendir cuentas de algún sector dentro de la actividad. ¿Resultado? Crecieron dentro del establecimiento viendo la realidad, resolviendo los problemas inherentes a cualquier empresa, conquistando las primeras victorias, el gusto por la superación, la adrenalina que todo emprendedor necesita sentir. Todo esto terminó generando empatía y amor por el negocio de la familia. Fueron picados por el mosquito (como dicen por ahí) y hasta hoy son apasionados por lo que hacen.
En la celebración de los 20 años de existencia de la porcicultura Schoeler pude ver mucho más que un negocio exitoso, una compañía que se ubica entre los cinco mayores productores independientes de Brasil. Pude ver el orgullo de la nueva generación, que honra todo el esfuerzo hecho por sus padres para convertirla en personas de bien, con valores, propósitos y que ama lo que hace. Y vi, en aquellos que pasaron el relevo, la paz y la certeza de que todo lo que construyeron no podría estar en mejores manos y que seguirán estando cerca, dando los próximos pasos con la sabiduría que recibieron de la mejor escuela del mundo: la escuela de la vida.
Fuente:
Artículo de Everton Gubert, CEO de Agriness, para su columna “Punto de Partida” en la Revista Feed&Food. Publicado en la edición de marzo de 2020.