Queridos amigos, me crie en una familia típicamente italiana en el interior de Santa Catarina y, como muchos de ustedes saben, soy del siglo pasado, de los años 70. En el mundo de mi infancia – lógicamente muy diferente al de hoyen día – las tradiciones, costumbres e instituciones (como la iglesia) tenían una ascendencia mucho mayor sobre las personas que en la actualidad. Ir a misa los domingos y cumplir rigurosamente los ritos preconizados por la religión de origen era una obligación, algo incuestionable y fuertemente defendido por mis padres.
Como vivía en una ciudad pequeña del interior, este estilo de vida y esta tradición eran los mismos para las otras familias de allí, haciendo que la conciencia colectiva fuera definida por valores comunes y formando una cultura muy similar en la ciudad. Este conjunto de principios me formó e influyó en el desarrollo de mi personalidad, y estoy muy agradecido por todo lo que aprendí y por lo que soy.
Sin embargo, muy pronto surgió la oportunidad de ir a estudiar a la “gran ciudad”, de ir a la universidad. Allí tuve la oportunidad de conocer diferentes realidades, religiones, culturas y principios, lo que amplió mi abanico de opciones y permitió que eligiera para mí un poco de cada cosa, ampliando mi conciencia y ayudándome a formar mi propia cultura. Seguramente todavía traigo de esa época muchas cosas que no han cambiado y todavía me son útiles – de allí, de mi hermosa ciudad, Xanxerê. Pero tuve que abandonar algunas otras cosas, porque me di cuenta de que me limitaban y que ya no tenían sentido para mí.
Entre los conceptos que tuve que dejar de lado, uno ha sobresalido e en mi vida. Fui criado con la idea de que cometer errores es algo negativo, el error no es bienvenido, no se debe cometer y es casi imperativo ser lo más perfecto posible para ser aceptado. Cometer errores lo descalifica a uno.
Viviendo en la capital del estado, Florianópolis, y cursando informática en la universidad federal, tuve la oportunidad de aprender un principio muy diferente, típico del sector de la innovación, que me ayudó a darle un nuevo significado a esta creencia limitante transformándola en una excelente herramienta de desarrollo. Allí aprendí que cometer errores no es incorrecto: es correcto. “¿Qué quieres decir con que cometer errores no está mal? Y además que, ¿está bien?” Esas preguntas casi me volvieron loco cuando me encontré por primera vez con esta forma de pensar. Como en todo cambio, mi cerebro se resistió al máximo frente a – hasta ese momento – contradicción cultural. En el entorno de la tecnología (el mundo de las empresas más innovadoras) el error es parte del proceso, de la jornada para llegar a lo que es correcto, a la mejor versión de algo que está naciendo. En este entorno cometer errores no solamente no está mal, sino que incluso se valora. Allí, las personas están “autorizadas” a cometer errores sin la presión de ser castigadas por ello.
Hace algún tiempo estuve visitando una empresa y fui testigo de una escena totalmente contraria a esta forma de pensar: uno de sus directores estaba furioso, en medio de un proceso de “caza de brujas” para identificar a alguien que pagaría por un cierto error en un proyecto. Este hecho me inspiró a escribir este artículo para compartir un punto de vista diferente, una nueva posibilidad de cómo percibir un error.
Obviamente, lo que estoy planteando aquí no debe ser tomado al pie de la letra, literalmente. No es salir haciendo cualquier cosa y cometer errores de manera inconsecuente. No. Ese no es el tipo de error al que me refiero. Estoy hablando del error como una herramienta de aprendizaje, como parte del proceso de mejora y con el entendimiento de que, sin él, no hay resolución. Los grandes productos, las soluciones innovadoras y los grandes líderes no surgen de la nada, sino que son el resultado de un largo recorrido y proceso de preparación, práctica y evolución.
La vela no se convirtió en una lámpara por arte de magia. Hubo un camino increíble de errores, aprendizajes y éxitos para tal avance. Así que, ¡adelante! Haga que sus ideas salgan del papel. Haga su primera presentación pública. Lidere algo por primera vez. Crea en su proyecto y dé el primer paso sin miedo. Cometa muchos errores, hágalos rápido y, de ser posible, de una manera barata. Sólo entonces conocerá la belleza de corregir el error, lo que sólo es posible haciéndolo.
Fuente:
Artículo de Everton Gubert, CEO de Agriness, para su columna “Punto de Partida” en la Revista Feed&Food. Publicado en la edición de octubre de 2019.